Cualquiera que observe comer a un bebe puede ver lo mismo que notó este estudio:
Básicamente el sabor
dulce ocupa el top de preferencias, incluso en recién nacidos. Lo contrario
ocurre con los sabores amargos y ácidos.
Esta inclinación innata
hacia el dulce permite que los bebes muestren preferencia por la leche materna,
hasta el punto donde el sabor dulce ejerce una acción relajante. Opuesto, el
sabor amargo indica que el alimento puede ser prejudicial.
Entonces, la preferencia natural por el sabor dulce es un mecanismo de supervivencia que es evolutivo.
Esto
era muy útil en un contexto donde “lo dulce” era la leche materna y alguna que
otra fruta.
No lo es en un contexto lleno de ultraprocesados.
¿Más sabor, más
nutrición?
Siguiendo con las estrategias evolutivas, los sabores nos daban una señal de la presencia de nutrientes.
De hecho, a sabor más intenso, más nutrientes.
El sabor es una pista indirecta, como muestra este estudio…
Pero, todo eso era útil antes, cuando
los alimentos eran alimentos, no diseños.
Si un sabor nos gusta
pero nos cansa o “nos empalaga”, la industria tiene un problema: comemos un
poco, lo disfrutamos y paramos de comer. Entonces, el problema cambió: ahora lo
difícil es parar de comer.
Científicamente, este
estudio explica por qué cuando bajamos el consumo de sal sentimos todo muy
salado y cuanto menos azúcar consumimos, más fácilmente detectamos su sabor.
¿Qué podemos hacer?
Empoderarnos.
Obvio que nuestras decisiones no son
libres, que la industria se mete por todos lados y los precios modifican
nuestras elecciones. Aún así, no hay que resignarse. Cuanto más conocemos,
mejor nos podemos arreglar.
¿Podemos distinguir un ultraprocesado de
un procesado? No son lo mismo, incluso hay procesados que son muy buenos
aliados de la salud.
¿Podemos separar la sensación de placer
de la comida chatarra? Una de las grandes estrategias de la industria fue
asociar el placer a los UP y hacer que la comida real suene insípida o a
castigo. Rompamos con esta idea porque es absolutamente falsa.
Despertemos el paladar. Sabemos que este
paso es uno de los más lentos, por eso el planteo es empezar de a poco, conocerte
y analizar que consumo real tenés de estos productos.
No se trata de prohibirse, ni de sacarlos de golpe. Se trata de transformar tu alimentación diaria y disfrutar de los sabores y la comida de verdad.
